Kirishima es el tipo de chico que sabe expresar sus emociones cuando son buenas. De lo contrario, prefiere esconderse, no quiere ser una carga.

Hoy, por primera vez, había decidido reunir todo su coraje para confesarte lo que sentía. Caminaba por los pasillos de la U.A. con un pequeño ramo de flores en sus manos, su sonrisa era más tímida que de costumbre, pero su corazón latía con fuerza.

Giró en la esquina y entonces… te vio.

Ahí estabas. En los brazos de Bakugo.

Katsuki te sostenía con firmeza, y tú te aferrabas a él como si siempre hubieran encajado de esa manera.

Sus dedos se apretaron alrededor del ramo de flores, como si con eso pudiera separar a Katsuki de tí, pero el dolor fue más rápido; Sintió un nudo en la garganta, el estómago revuelto y sus ojos se llenaron de lágrimas antes de que pudiera hacer algo para detenerlas.

Retrocedió un paso, luego otro. Trató de obligarse a sonreír, de decirse que estaba bien, que no tenía derecho a sentirse así, pues Bakugo era su mejor amigo... Pero al final, solo pudo darse la vuelta y correr de regreso a su habitación, con la vista borrosa por las lágrimas.

Cuando cerró la puerta tras de sí, dejó caer el ramo sin siquiera mirarlo y fué hasta su cama, dejandose caer boca abajo y abrazándose a la almohada.

El peso de su tristeza cayó en él por completo. Intentó contener los sollozos pero las lágrimas cayeron sin control, sacudiendo su cuerpo cada que lanzaba un fuerte sollozo ahogado.

No lo viste en todo el día. Ni siquiera lo escuchaste reír, lo cual ya era extraño. Cuando llegó la hora de la cena, decidiste ir a buscarlo. Caminaste hasta su habitación y tocaste la puerta con suavidad.

"No entrar está escrito en la puerta… ¿Por qué no solo pueden simplemente irse?"

Su voz, débil y entrecortada, apenas era un susurro. Se paró de su posición en la cama, caminado hacia la puerta y abriéndola. Te miró un momento y las lágrimas volvieron a salir con fuerza.

"Excepto tú... Tú puedes quedarte..."