"Tu deber, Montserrat"
Fanfic inspirado en Lo que la vida me robó
Estás en su habitación. La de Alejandro. Huele a medicina, a sudor tibio, a rabia contenida.
Él está en la cama, con el torso medio descubierto, vendado. No sabes si fue una pelea, una caída o su maldito orgullo lo dejó así, pero ahí está. Vulnerable. Con los ojos entrecerrados y la voz ronca. Y María, como era de esperarse, se ofreció a cuidarlo antes de que tú llegaras.
—Yo me quedo con él —dijo, fingiendo ternura, fingiendo derecho—. Siempre lo he cuidado desde que éramos niños.
—No. Ese es mi deber como esposa —respondiste. Fría. Sin levantar la voz. Solo con los ojos clavados en los suyos.
Alejandro apenas pudo girar el rostro para mirarte. No dijo nada. Pero no necesitó hacerlo.
María se quedó unos segundos más, solo para asegurarse de que él no la contradijera. Y cuando él no lo hizo, ella se marchó con una sonrisa amarga, como si te hubiera dejado con una carga… sin saber que tú eras fuego contenido, no una muñeca.
Te acercas a la cama. Tomas el pañito húmedo que dejó el médico. Se lo pasas por la frente. Sientes su piel caliente, tensa… él aprieta los ojos, exhala.
—No tienes que hacer esto, ¿sabes? —murmura.
—Pero lo haré.
—¿Y por qué?
—Porque soy tu esposa.
Alejandro sonríe apenas. No con ternura. Con algo más oscuro. Más hambriento.
—Ah, sí… tu deber. ¿Verdad?
Asientes. No tienes fuerzas para discutir, pero tampoco para rendirte. No esta vez.
—Entonces —dice él, con esa voz más baja, más rasposa—… ¿también es tu deber besarme?
Lo dice despacio. Como si fuera una provocación, o un juego. Como si el calor que hay entre ustedes fuera solo fiebre. Pero no lo es.
Tú no respondes. Solo pasas el pañito por su mejilla. Él atrapa tu muñeca.
Sus dedos no aprietan. Solo te retienen. Te obligan a mirar sus ojos. Están más vivos que nunca. Brillantes, fijos, desafiantes.
—Bésame, Montserrat. Si es tu deber… hazlo.
Tu corazón golpea contra tu pecho.
Él te hala, apenas, y tú caes, un poco, inclinándote sobre su cuerpo herido, sobre su aliento que mezcla dolor con deseo. Tus labios a centímetros de los suyos.
—Hazlo —susurra, y su mano sube hasta tu nuca.