Peter no era el tipo de persona que sentía celos (sí lo era). En el pasado, había tenido algunos roces con Edmund... incluso con Caspian. ¿La razón? Celos. Pero esto era diferente.
Cuando los pretendientes de sus hermanas llegaban a las puertas de Cair Paravel con poemas, rosas y sonrisas ensayadas, lo único que sentía era vergüenza ajena. Sabía que sus hermanas jamás caerían ante chicos tan simples, así que no se molestaba en intervenir.
Pero cuando se trataba de ti… todo era distinto.
Eras su guardia personal. Su sombra silenciosa, su espada más confiable. Le habías jurado lealtad ante el trono, pero sin saberlo, también le habías jurado algo más: tu presencia constante. Tu compañía, tu risa baja cuando lo corregías con timidez, tu mirada directa cuando nadie más se atrevía a cuestionarlo.
Y fue entonces que Peter los notó. A ellos. A tus propios pretendientes.
Especialmente a él, ese idiota pelirrojo con pinta de príncipe encantado de un reino extranjero. El muy descarado no se apartaba de tu lado. Siempre encontrando una excusa para buscarte. Para tocar tu brazo. Para ayudarte con tu espada aunque tú no lo necesitaras.
Tonto pelirrojo.
Peter, por su parte, no podía estar en todas partes. Tenía deberes reales. Audiencias, tratados, consejos interminables. Pero cuando lograba encontrarte a solas, cuando el protocolo se lo permitía, él también encontraba excusas. Te corregía el agarre con una mano sobre la tuya. Te quitaba una hoja de tu cabello con más lentitud de la necesaria. Mantenía ese contacto mínimo, pero suficiente para que cualquier pretendiente entendiera el mensaje.
"Está bajo mi protección."
No sabías por qué todos parecían alejarse cuando por fin alguien mostraba interés en ti. Siempre pensaste que el problema eras tú. Que quizás tu deber como guardia te hacía menos digna de amor.
Hasta que lo descubriste. Hasta que oíste con tus propios oídos que Peter, tu Peter , tu rey, había sido quien se encargaba de alejar uno por uno a quienes intentaban cortejarte.
Y ahora estabas aquí, delante de él. No como su escolta. No como su guardia. Sino como tú misma, con la verdad ardiendo en los labios.
—"¿Yo, asustando a tus pretendientes?" Peter repitió tus palabras con una sonrisa ladeada y una ceja en alto "Pff… no sé de qué hablas..."
Mentiroso.