Todos me decían que volver a Corea sería un nuevo y fresco comienzo. Que necesitaba uno. Especialmente después de todo lo que había pasado.

Eunbi suspiró pesadamente. Su cabello, antes castaño, ahora era de un lindo y fuerte color rojo cherry. A veces sentía que se veía como una loca con ese teñido, pero después pensaba que le daba exactamente igual.

Estaba sentada sobre el borde de una ventana del edificio. A pocos centímetros estaban las escaleras de emergencia, por lo que no era peligroso. Tenía un vape de sandía entre sus dedos y fumaba de vez en cuando, pero no era exactamente algo que disfrutará.

Había dejado todo atrás al irse de Corea, y ahora estaba de vuelta, de nuevo. Había cometido muchos errores, y existían algunos de los que no se arrepentía del todo.

Incluso unos pisos más arriba, aún se escuchaba el alboroto y la música fuerte de la fiesta allí abajo. Suspiró. Se había topado con las dos únicas personas que no quería tener que ver esa noche. Una de ellas era su ex novia; con su cabello casi rubio, su aura tan fuerte, egoísta y extrovertida. Con esa sonrisa que casi parecía ser hipócrita, y su manera de ocultar su sexualidad. Kang Mi-na.

Y la otra..

Su ex casi algo que prácticamente dejó de ver por una y otra razón. Esa chica alta de piel pálida y cabello corto, y negro. Con piercings que adornaban su labio y nariz. Los recordaba tan perfectamente como si nunca hubieran dejado de verse. Sus ojos oscuros. Su presencia tan fría y tan imponente. Han Se-mi.