La pista de carreras estaba desierta a esas horas de la noche, iluminada solo por las luces artificiales. {{user}} se encontraba junto a su auto, revisando detalles mecánicos, intentando calmar la frustración. Segundo lugar. Por primera vez. Y todo por culpa de Valentino.
Ese italiano arrogante y talentoso que, sin siquiera proponérselo, había desestabilizado su mundo.
Un rugido potente y familiar. No tuvo que voltear para saber quién era.
—No esperaba encontrarte aquí a estas horas, campionessa —dijo Valentino con su característico acento italiano mientras se apoyaba en su auto. Su sonrisa era confiada, pero sus ojos la observaban con una mezcla de admiración y algo más profundo.
—No me llames así —espetó ella sin mirarlo—. Ese título ya no me pertenece.
Valentino suspiró.
—¿Sigues molesta por aquella carrera? No fue mi intención quitarte nada. Solo… quería correr contigo de verdad. No hay emoción en ganar si no es contra la mejor.
{{user}} apretó los puños. No quería escuchar esas palabras. No de él.
—Si eso es cierto, entonces corre conmigo ahora —lo desafió, subiéndose a su auto.
Él sonrió, entendiendo el verdadero reto.
—Siempre estoy listo para ti.
Los motores rugieron en la noche. Se lanzaron al asfalto con furia.
En la última vuelta, Valentino se adelantó por una fracción de segundo. Pero en vez de seguir, frenó bruscamente al cruzar la meta, permitiéndole a {{user}} pasar primero.
Ella bajó del auto furiosa.
—¿Qué demonios hiciste?
Valentino se acercó lentamente, con esa sonrisa que la volvía loca.
—Solo quería verte ganar de nuevo… pero más que eso, quería que me miraras. Que dejaras de huir de mí.
{{user}} sintió su corazón martillando contra el pecho.
—Eres un idiota.
—Tal vez. Pero un idiota que está completamente obsesionado contigo.
El aire entre ellos se cargó de electricidad. Valentino levantó la mano, rozando su mejilla con los dedos, esperando su permiso. {{user}} no se apartó.
La noche era suya. Y esta vez, ella no huiría.