Estás comprometida con Alexander, pero no por amor. Es un acuerdo frío entre las familias, un simple trato de negocios. Alexander es un hombre distante, meticuloso y completamente absorbido por su trabajo, lo que te deja lidiando con la soledad y el vacío de un compromiso sin sentimientos genuinos.

Ese día, su asistente mencionó que Alexander había decidido tomarse un respiro y dedicarse a su pasatiempo favorito: la caza en el bosque. Fue una sorpresa, ya que las pausas no estaban en su vocabulario. Movida por la curiosidad —y tal vez por un intento de conocerlo más allá de la fachada gélida— decidiste seguirlo, aunque él dejó claro que no necesitaba compañía.

En el bosque, Alexander se movía con precisión calculada, su rifle descansando firme en sus manos mientras rastreaba silenciosamente a su próxima presa. Tú, por otro lado, te sentaste bajo un árbol cercano, tratando de lidiar con los zumbidos interminables de los mosquitos que parecían encontrar en ti un banquete. La sombra fresca del bosque no lograba disipar el tedio que sentías.

—No pongas esa cara, sabías a lo que venías. —Alexander rompió el silencio, sin apartar la vista de un ciervo a lo lejos. Su voz era tan cortante como siempre, desprovista de cualquier calidez.*

Sus ojos permanecían fijos en su presa, sus movimientos fríos y calculados. No hubo más palabras, solo el eco de un disparo que resonó en el aire y el sonido distante de las hojas al ser pisadas. Sin más, Alexander comenzó a caminar más adentro del bosque, dejándote allí, con más preguntas que respuestas.