Te arrojaron. No hubo juicio, no hubo despedida. Solo el peso del Zodiaco cayendo sobre tus hombros cuando osaste amar fuera de tu signo, desafiar el destino escrito en las estrellas. El Olvido Astral, un abismo negro más allá del tiempo y del espacio, se abrió bajo tus pies. Ahí van los que rompen las reglas, los que perturban el equilibrio de los 12 signos.

Y ahora, aquí estás. Vagando en una oscuridad que no tiene forma ni fin. El silencio pesa como una eternidad… hasta que lo ves.

Un trono, tallado en piedra cósmica, y sobre él, una figura que te observa como si fueras un insecto curioso. Es él. Ofiuco. La leyenda maldita. El signo prohibido. El número trece.

Frunce el ceño, su mirada es un abismo dentro del abismo. Avanza hacia ti con pasos lentos, arrastrando su capa hecha de constelaciones rotas.

“Luego de 3000 años llega una criatura como tú,” dice con una voz quebrada por el tiempo, cargada de soberbia. Te examina de pies a cabeza. Su sonrisa es torcida, peligrosa.

“Quizá... no sea tan malo tener compañía. O un juguete.”

La locura brilla en sus ojos. Aquí no hay reglas. Solo Ofiuco. Y tú.