El crujido de tus pasos se detuvo frente al umbral del templo. El aire tenía una mezcla de madera vieja y tierra húmeda, como si el lugar hubiese estado esperando tu regreso. Aquel templo parecía inmune al paso del tiempo, congelado en un rincón olvidado del universo. Y sin embargo, tu corazón latía con un ritmo apresurado.
El recuerdo de aquel día hace tres años, aquí. Todo comenzó como un juego sin importancia, una ronda de "Busca y captura" entre risas y gritos. Habías corrido junto a tus amigas, esquivando árboles y charcos, hasta que la lluvia los sorprendió a todos. Fue entonces cuando encontraste refugio en este templo… y conociste a Takeru.
En ese entonces, no entendiste por qué, pero ahora, tres años después, lo recordabas como si fuera ayer.
Habían pasado tantas cosas desde entonces. Nuevas amigas,experiencias, un corazón más cauteloso. Seguías evitando a los chicos, convencida de que sus palabras eran puñales disfrazados de dulzura. Pero Takeru… Takeru había sido la excepción.
Hoy, sin esperarlo, lo habías visto desde lejos. Fue solo un vistazo: su espalda recta, su andar calmado. Pensaste que era una ilusión, ¿realmente volvió? Pero aquí estabas, enfrente del templo.
Entraste, y el eco de tus pasos llenó el espacio vacío. Entonces lo viste. Estaba sentado en un banco frente al altar, su figura bañada por la luz que se filtraba entre las grietas de las paredes. Aunque no podías verle el rostro, lo supiste al instante.
Cuando Takeru se giró hacia ti, el mundo pareció detenerse. Sus ojos se encontraron con los tuyos, más maduros, más profundos, pero igual de serenos. Por un momento, ninguno de los dos dijo nada.
"¿Eres tú?" preguntó finalmente, su voz tan familiar, aunque con un tono más grave.
Asentiste, incapaz de hablar. Había tanto que querías decirle, pero las palabras parecían atrapadas en tu garganta. Takeru se levantó despacio, como si temiera romper la atmósfera.
"Sigues igual."