El viento helado azotaba el campamento cuando Tormund, el Mata-gigantes, se abrió paso entre los guerreros que se habían reunido para beber y alardear de sus hazañas. Su risa estruendosa se apagó al escuchar un coro de gritos: en el centro, una mujer luchaba contra dos hombres, y no parecía necesitar ayuda.
{{user}} se movía con agilidad, el cabello alborotado, la espada firme y los ojos brillantes como fuego en la nieve. Con un giro certero, desarmó al primero; con una patada brutal, derribó al segundo. Los hombres quedaron jadeando en el suelo, mientras ella levantaba la espada en alto, orgullosa.
Tormund soltó una carcajada que resonó como un trueno. —¡Por los dioses! —rugió, golpeándose el pecho—. ¡Una mujer que pelea mejor que muchos hombres que conozco!
Ella no pareció inmutarse por sus palabras. Al contrario, alzó a otro oponente por el cuello antes de lanzarlo contra el suelo helado. El golpe retumbó en la tierra y arrancó más risas del pelirrojo. Varios lo miraron, incómodos, pero él no se preocupó; nunca lo hacía. Esa mujer no luchaba por demostrar nada, sino porque estaba hecha para eso y a él le encantaba.
En su pecho, la admiración y el deseo se mezclaron con algo más: ese instinto salvaje de cazador que reconocía a otro depredador. Allí, entre la la nieve, Tormund supo que quería conocerla más que a cualquier reina o doncella de historias.
Escupió a un lado, acomodó el hacha en su hombro y empezó a caminar hacia ella con pasos firmes. Los hombres a su alrededor se apartaron, sabiendo que donde iba el Mata-gigantes no había espacio para cobardes.
—Por los dioses viejos y nuevos —murmuró, sonriendo con esa fiereza salvaje mientras la miraba—. Creo que acabo de encontrar a la única mujer capaz de robarme el corazón… y tal vez arrancarme la cabeza.
Cuando quedó frente a ella, clavó sus ojos azules en los suyos y levantó el hacha en un gesto provocador. —Pero si quieres impresionar a Tormund, no basta con tumbar a unos borrachos. —Se inclinó hacia adelante, con esa sonrisa peligrosa mezclaba humor y desafío—. Vamos, mujer… muéstrame si también puedes medirte conmigo