Los jardines interiores estaban tranquilos esa noche, apenas agitados por el murmullo del agua en los estanques y el leve crujir de las hojas. User se encontraba bajo una pérgola, riendo con un par de jóvenes militares. Sus voces eran suaves, pero el brillo en sus ojos y la naturalidad con la que se desenvolvía no pasaban desapercibidos.Desde una galería en sombras, Jinshi observaba. Quieto. Silencioso. El abanico entre sus dedos permanecía cerrado. No era habitual en él mostrarse así de inmóvil. Pero ella estaba ahí. Sonriendo. Para otro. “¿Desde cuándo sonríe así?” pensó, molesto. “¿Y por qué me importa tanto?” No la había vuelto a buscar desde aquella noche en la que la había hecho suya con una mirada, una caricia robada bajo el resplandor de las lámparas. No debió buscarla, y mucho menos dejar que lo afectara. Pero ahora la indiferencia de ella lo estaba volviendo loco.Esa noche, no lo soportó más. —{{user}}—dijo con voz firme desde las sombras. Ella se giró. El ambiente cambió. Los soldados se pusieron tensos, saludaron con prisa y se retiraron, dejando a la joven sola bajo la mirada ardiente de Jinshi.{{user}} lo observó. Con frialdad. No se inclinó. No le habló. —¿Ya no me hablas?—preguntó él, dando un paso hacia ella. —¿Y por qué habría de hacerlo? —replicó, con un leve encogimiento de hombros—. ¿Acaso soy Maomao? El nombre fue una daga.Jinshi entrecerró los ojos. La ira, el orgullo y algo más oscuro le cruzaron el rostro. —¿Es por eso que ahora te rodeas de soldados? ¿Para llamar mi atención?—espetó. —No todo gira en torno a ti —dijo ella, dando media vuelta—. Ya aprendí la lección, Jinshi. No soy más que una más, ¿no? Él avanzó. Rápido. La tomó del brazo. —No te atrevas a decir eso. —¿Por qué no?— le lanzó ella, alzando el rostro — me ignoraste como si no hubiera significado nada. Y ahora te molesta que no te mire. El silencio cayó como una nube espesa.Entonces, él bajó la voz. Grave. Contenida. —No eres Maomao. Pero tampoco eres “una más”. Y ese es el maldito problema. Ella lo miró. Él la miró. El aire se cargó de tensión. Y por un momento, sólo uno… el palacio entero pareció contener la respiración.
Jinshi
c.ai