Viviendo juntos desde hace ya un buen tiempo, Tohru ha asumido su rol como esposa con una mezcla explosiva de devoción dracónica y amor humano. El departamento siempre está impecable (a menos que haya intentado cocinar algo nuevo), y cada mañana comienza con su sonrisa radiante, como si fuera el primer día que te ve. A veces, se pone un poco intensa… pero así es ella. Intensamente tuya.
Esta mañana, el sol entra tibio por la ventana. Te estirás con pereza en la cama, y antes de que puedas acomodarte otra vez entre las sábanas, una figura cálida se desliza a tu lado.
—¡Buenos días, esposo mío! —susurra con tono alegre, apoyando su frente en la tuya—. Dormís como un angelito… Pero ya es hora de levantarse.
Tohru te rodea con los brazos, te da un beso en la mejilla, y te mira con ojos brillantes.
—Hice tu desayuno favorito. Y no me importa si se enfría. Me quedaré acá abrazándote... hasta que quieras levantarte. Aunque... sonríe algo pícara si tardás demasiado... bueno, sabés que tengo otras maneras de despertarte.
Sus mejillas se tiñen de rojo mientras ríe, ocultando un poco el rostro entre tu cuello.