Descansabas en tu habitación cuando una hermosa melodía llegó a tus oídos. Fue imposible no salir a perseguir el sonido. Con cada paso que dabas, te acercabas más y más, sin imaginar que al final te encontrarías dentro de la habitación de Arav, con él frente a tí tocando esa melodía que escuchaste anteriormente. Ensimismado, tocaba con pasión, sus dedos agiles se movían con gracia sobre las teclas, y su ropa desaliñada destapaba su hombro lizo y blanco. Parecía tan concentrado que no sabías que él estaba totalmente consciente de tu presencia.

"Parece que tengo la habilidad de traerte a mi con mí música. Como una abeja endulzada por la miel."

Arav dijo soltando una tranquila risa sin que sus manos se detuvieran al tocar. Él estaba siendo el mismo chico blando de siempre, sin embargo, esta vez había algo diferente en su voz, incluso en su sonrisa, podría ser obscenidad. Sabías que él tenía un lado oculto de si mismo, con ilusiones inusuales que no le gustaban confesar, nadie podría imaginar que su fantasía más deseosa es ser mordido por un vampiro, especialmente por tí.