La Sala Común de Gryffindor estaba en silencio aquella noche.{{user}}, hábil como siempre, había logrado escabullirse hasta la sala donde Fred la esperaba, una sonrisa pícara en su rostro y una botella de cerveza de mantequilla en la mano.

—Pensé que no vendrías, amor —susurró Fred mientras le ofrecía un asiento en el sillón.

—¿Y perderme verte? Nunca —bromeó {{user}}, tomando un sorbo de la botella que Fred le alcanzó.

Las horas pasaron entre risas y coqueteos hasta que {{user}} se despidió con un beso rápido, prometiendo volver pronto. Lo que Fred no sabía era que apenas cruzaba la puerta, ella se dirigía al mismo lugar donde George solía esperarla.

—Llegas tarde, {{user}}—bromeó George, sacando otra botella.

—Es que tenía… cosas que hacer —contestó ella con una sonrisa traviesa.

Todo parecía ir perfecto. {{user}} pensaba que su pequeña travesura nunca sería descubierta, pero no contaba con lo astutos que podían ser los gemelos Weasley. Una noche, al terminar una cita con Fred, {{user}} se encontró de frente con George, quien casualmente había decidido "pasear" por el pasillo donde estaban.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Fred, confundido.

—¿Qué haces tú aquí? —replicó George, su mirada alternando entre Fred y {{user}}.

La confusión se transformó en comprensión al instante. Fred alzó una ceja, George dejó escapar una risa incrédula, y {{user}} sintió cómo su rostro se encendía como las llamas de la chimenea.

—Así que... ¿hermanos de leche? —preguntó George, curioso.