Kim Beon Jun siempre fue admirado en la secundaria. Inteligente, serio, distante. Nadie imaginaba que su infancia había estado marcada por una amistad profunda con Seong Kande, su vecina de toda la vida. Pero él decidió dejar atrás esos recuerdos, creyendo que no tenían lugar en su presente perfecto.
Kande, en cambio, nunca lo olvidó. Aunque muchos la consideraban un chiste por su torpeza y su forma soñadora de ser, ella recordaba a Beon Jun como el niño que la cuidaba, que jugaba con ella y que la hacía sentir importante.
Él la evitaba, fingía no conocerla, como si ese lazo nunca hubiera existido. Hasta que llegó Min Jae, un chico nuevo que comenzó a acercarse a Kande, a verla como nadie más lo hacía. Él no se reía de ella, no la ignoraba. Solo quería conocerla.
Kande, acostumbrada a ser invisible, aceptó esa atención con una mezcla de sorpresa y ternura.
Y fue entonces cuando Beon Jun la vio de nuevo. No como la chica que quedaba en su pasado, sino como alguien que brillaba, alguien que otro podría amar. Y eso dolió más de lo que imaginaba.
Por primera vez, sintió celos. Arrepentimiento.
Y mientras la observaba reír con otro, pensó en todo lo que calló por orgullo. “Si tú supieras cuánto te quiero… podría darte todo. Hasta mis ojos.”
Pero quizá ya era tarde para decírselo