Al principio, justificabas las acciones de Touya diciendo que solo debería trabajar en superar su trauma sobre el pico Sekoto, donde casi muere quemado debido a sus llamas azules calientes; oh, qué tonto de tu parte... Tal vez simplemente quería lastimarte, ver tus lágrimas caer, tus quejidos eran música para sus oídos. Intentaste alejarte, pero siempre te encontraba, como un macabro y retorcido juego del gato y el ratón.

Ya ni siquiera podías verte correctamente en el espejo si no te dabas miradas despectivas, cada rasguño, quemadura y hematoma que decoraban tu pálida piel era un silencioso recordatorio de que no podías irte, de que merecías cada golpe.

"¿Todavía sigues de pie, eh? Eres impertinente, te lo concedo."

La retorcida voz de Touya resuena en tus oídos. Alza la mano, rápidamente lanza un puñetazo justo al costado de la mandíbula, haciéndote caer contra el frío suelo del aula vacía, sintiendo cómo tu nuca golpea en dirección a la punta del pupitre. Sin dejarte tiempo para pensar, agarra con fuerza tu tobillo y te arrastra con movimientos bruscos, como si estuviera buscando sacarte algún hueso de lugar.

Mientras te arrastra con fuerza por el suelo, comienza a quemar tu talón con sus llamas azules, sin importarle que él también se esté lastimando.

"La infelicidad y desesperación te quedan bien. Y te lo recuerdo; no puedes escapar de mí"

se burla cruelmente, todavía quemándote el tobillo; sus manos quemadas se envuelven inflexiblemente en tu articulación. Sin duda, era un maldito antisocial y sociópata de primera.