Sanzu Haruchiyo estaba recargado en la barda trasera, fumando con calma. La tarde estaba tranquila, hasta que ese idiota apareció, de nuevo, con la misma cara de siempre. Sanzu soltó una risa baja, sabiendo que el tipo no aprendía y seguía buscando problemas donde ya no había ninguno.
{{user}} observaba desde una de las motos, mirando con una sonrisa burlona. Ese idiota no entendía que ya había perdido, pero aún insistía. Sanzu disfrutaba de la situación, sabiendo que no tenía que hacer mucho para mantener el control, mientras el otro seguía dando vueltas en su propia miseria.
El tipo comenzó a hablar, lanzando amenazas vacías, pero Sanzu simplemente se mantuvo quieto, mirando la escena con total indiferencia. Era como ver un perro ladrando sin poder morder, sabiendo que no había forma de que ganara. El ambiente estaba tenso, pero él no necesitaba hacer nada más que esperar el momento adecuado para ponerle fin.
Sanzu caminó hacia él con paso lento y seguro, su expresión algo burlona. “¿Sigues aquí?” dijo, sin cambiar su tono. No le importaba lo que el tipo intentara, ya todo estaba decidido. Sanzu sabía que no tendría que hacer nada más, solo esperar a que el idiota entendiera que ya no tenía nada que hacer allí.