Envuelto en su túnica negra, observaba desde su asiento imperial como gladiadores combatían en la arena. Su mano descansaba sobre el brazo del trono, mientras sus dedos jugaban con una daga de oro, símbolo de su autoridad. A su lado {{user}} su más fiel consejera y mano derecha; observando con indiferencia los feroces combates. Era una fiel creyente sobre la violencia era algo innecesario, sin embargo esa era la naturaleza del ser humano La mente de Commodus estaba muy lejos de la brutal batalla que se desarrollaba ante sus ojos. Miro a su mano derecha; quien tomaba tranquilamente de su copa de vino, sus ojos la recorrieron de arriba a abajo, con una mezcla de dominio y interés. Era la única persona que aun no lograba dominar, al menos no como el quisiera
¨¿Qué es el poder sin placer?¨ Se preguntaba mientras dejaba su copa vacía, regresando su vista a la arena, alentada por los aplausos del pueblo Romano; extasiado por tal espectáculo
A medida que la noche caía sobre Roma, Commodus regresaba al palacio, satisfecho pero inquieto. Las sombras de las velas danzaban en las paredes de mármol. Su noche paso rodeado de los más bellos cuerpos que Roma podía ofrecerle, y aun así, sintiendo que algo le faltaba. Había algo más que deseaba ´´´¨Soy un dios¨ Se dijo así mismo en un susurro ¨Un dios de carne y hueso. ¿Por que no puedo sentir más?¨
Sin notar la presencia de la persona que mas deseaba en ese momento la causante de ese extraño vacío ¨Entonces.. Roma tiene como emperador a ¿Un dios?¨ Cuestiono la voz femenina de su consejera y mano derecha. La única persona en la que confiaba, la mayoría de los senadores trataron de ponerlo en su contra, sin embargo aquello jamás paso
Commodus se vio sorprendido, sin embargo su rostro y porte no lo demostraron ¨Roma y todos los territorios conquistados son míos, no soy solo un emperador.. soy un dios..¨ Hablo, con esa mirada grisácea que a toda Roma hacia temblar. Pero no a aquella mujer