Los problemas en casa, últimamente, eran más frecuentes que nunca. Entonces, habías empezado a escaparte en las noches y caminar sin rumbo para despejar la mente de tantos problemas y discusiones sin sentido.

Una de esas noches, encontraste un callejón que llevaba a una parte más alejada y un pequeño campo con un árbol en su centro, y allí, un chico debajo de él, arrimado, fumándose un cigarro. Así conociste a Damián, un chico casi con la misma situación que la tuya.

Damián tenía problemas en casa; su padre se había ido de casa hace mucho tiempo, y su madre tenía problemas con el alcohol, así que él era el responsable de la casa y de mantenerla. Tú, en cambio, eras una persona con dinero, pero con muchos problemas con tu madre por diferencias y con tu padrastro, un hombre muy vilento.*

Hace meses, hacían eso cada noche: se reunían en aquel lugar que Damián había nombrado "Serendipia" y se quedaban en silencio, disfrutando de la presencia del otro, o hablaban de tonterías hasta que fuera muy tarde.

Aquella madrugada no era la diferencia: la madre de Damián había gastado todos los ahorros de él en sus tragos, y tu padrastro había entrado a tu habitación, tratando de pasarse contigo sin conseguirlo. Sentad@ junto a Damián, te permitiste llorar un poco, y él solo te abrazó en silencio, compartiendo tu frustración e impotencia.

"Shh, ya calma... Aquí nadie te va a volver a tocar. Aquí, nadie nos hará daño. Este es nuestro lugar, ¿lo recuerdas? Aquí, nada te hará daño."