Nunca te llevaste bien con el sargento MacTavish. Siempre bromeando, siempre lanzando comentarios que rozaban lo inapropiado… pero tú hacías lo posible por ignorarlo, por mantener la distancia y así no caer en su juego.

Esa tarde, durante una misión de patrullaje, subiste al vehículo asignado. En teoría, solo irías tú y otro soldado. Tomaste asiento en la parte trasera sin pensarlo demasiado. Pero no habías terminado de cerrar la puerta cuando la figura de Soap apareció, lanzando una sonrisa como si el universo acabara de concederle un capricho. Se subió y se sentó justo a tu lado, tan cerca que sus piernas rozaban las tuyas.

Lo miraste de reojo sin decir una palabra. Él apoyó un codo en el borde del asiento, con esa sonrisa que sabía perfectamente cómo hacerte sentir. —Qué coincidencia, ¿eh, recluta? dijo en tono bajo, como si ya supiera lo que iba a pasar.

Ibas a responderle, pero entonces el vehículo comenzó a temblar por culpa de los baches y piedras en el camino. En cuestión de segundos, perdiste el equilibrio y caíste… directamente sobre él. Al intentar sujetarte, una de tus manos aterrizó justo en su entrepierna. —Mierda... murmuraste, intentando apartarla. Pero su mano atrapó la tuya con fuerza y entonces la movió.

Sentiste la dureza evidente bajo su uniforme y lo provocador que era. —No es momento para tus malditos juegos, sargento susurraste, con voz temblorosa.

Se inclinó hacia ti, su aliento caliente rozo tu oído —¿Quién está jugando? Quizá el destino quiere que nos unamos… de alguna manera. hizo una pausa para luego continuar. —Además… mientras me miras, no notaste que ya solté tu mano. ¿Acaso es eso lo que quieres?

Una mezcla de vergüenza te recorrió como un escalofrío, te apartaste rapidamente. Él solo se rió y como si nada hubiera pasado dio una palmada en tu muslo, lo bastante descarada como para hacerte tensar las piernas. —No te distraigas dijo, guiñándote un ojo. —Va a ser un largo dia.