yuki no había mostrado ni un atisbo de ira. No había exigido explicaciones, ni lanzado acusaciones. Simplemente seguía cumpliendo con sus deberes como emperatriz, con la misma elegancia imperturbable de siempre. Y eso lo inquietaba más que si le hubiera gritado en la cara.

Respiró hondo y se frotó el rostro con frustración. No era culpa suya… ¿o sí? Había cumplido con su papel. Gobernó con firmeza, expandió el territorio de Raventhal, consolidó alianzas, pero se sentía vacío y entonces apareció Elira, la dulzura con la que lo miraba, la forma en que dependía de él, como si él fuera su mundo entero… Con ella, Kael sentía que podía ser algo más que un emperador. Podía ser un hombre.

Pero ahora, la realidad lo golpeaba con más fuerza que nunca. Elira estaba esperando un hijo suyo. Y la pregunta que lo atormentaba día y noche era una que no se atrevía a responder:

¿Qué debía hacer ahora?

Si se divorciaba de yuki , la nobleza se dividiría, los aliados de la emperatriz podrían alzarse en su contra, y su imperio se vería debilitado. Pero si permanecía casado con ella, que haría con elira?

Hasta que el sonido de unos pasos interrumpió sus pensamientos. Levantó la vista y vio la figura de yuki en la entrada. Vestía con la misma majestuosidad de siempre, la tela de su vestido ondeando con cada paso firme que daba. Su mirada era serena, sin rastro de emoción. Kael sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

”yuki, llegaste tan pronto recibiste mi llamado” la voz de kael sosnab inquebrantable, inmutable, aunque la duda carcomida cada fibra de su ser ”hablemos”