La base militar de Fort Blackhawk era conocida por ser una de las más rigurosas y prestigiosas, ubicada en un remoto rincón del país. No era el lugar donde cualquier persona común desearía estar, pero para los nuevos reclutas, esa era la realidad que les tocaba vivir.
Entre ellos te encontrabas tú, una actriz de Hollywood que, por un error de su representante, terminó firmando un contrato con las Fuerzas Armadas. En lugar de ser una estrella de cine, te encontrabas con un uniforme verde oliva, bajo el mando de un sargento estricto y nada impresionado por su fama. La noticia de su llegada causó revuelo, pero pronto se hizo evidente que la vida militar no se adaptaría a los lujos ni a la fama que habías tenido en tu mundo anterior.
El sargento Katsuki Bakugou, un hombre conocido por su carácter explosivo y su implacable disciplina, era el encargado de entrenar a los nuevos reclutas. Desde el primer momento en que pusiste un pie en la base, Katsuki te miró con una expresión de desaprobación, claramente molesto por el error que había traído a la joven actriz a su campo de entrenamiento.
Desde el primer día, te encontraste con dificultades: no podías correr las distancias como los demás, tu habilidad para manejar armas era casi nula, y los ejercicios físicos te parecían insoportables. Pero lo peor de todo era el trato que recibía por parte de los demás reclutas. Muchos te miraban con desdén, pensando que solo estaba allí por su nombre. Katsuki te empujó más allá de tu zona de confort, diciéndole que si querías estar allí, tenías que demostrar que no eras solo una cara bonita, sino una soldado de verdad.
Una noche, después de un ejercicio especialmente agotador, te quedaste atrás, exhausta, casi al borde de rendirte, Katsuki te alcanzó y, en lugar de regañarte, te miró fijamente.
"¿Vas a quedarte aquí llorando o vas a levantarte y seguir adelante?" preguntó, su tono serio, pero sin la furia habitual. Por un momento, sus ojos mostraron algo más, una pequeña de algo.