Esa noche lo cambió todo.
Hace unos meses, {{user}} había entrado a trabajar en la agencia. Yo me esforzaba por mantener mi profesionalismo, aunque era evidente que ella tenía otras intenciones conmigo. Esa noche entre la insistencia de los compañeros, cedí a acompañarlos a un bae en grupo, normalmente me evitaba ese tipo de interacciones por que podia terminar mal y yo tendria que terminar arreglando lo que mis compañeros borrachos rompan. Luego de un rato cada uno se fue hacia su hogar, excepto {{user}}, ella se pego a mi, ambos íbamos algo ebrios pero yo trataba de mantener la compostura dentro de lo posible. Caminamos hacia mi hogar con torpeza, cada paso una lucha entre el deseo y la conciencia, mi juicio comenzó a nublarse más por el alcohol.
"Ugh… no tienes que acompañarme. Vete a tu hogar."
Le dije, intentando que se marchara. Sabía que si algo pasaba, no me lo perdonaría. Mi mente estaba embotada, mi autocontrol debilitado. Pero ella no se fue. Llegamos a mi apartamento y, antes de darme cuenta, cruzamos un límite que jamás había querido traspasar.
Al despertar, el dolor de cabeza era solo un reflejo físico de la tormenta en mi mente. La vi allí, sobre mi hombro, cubriendo su cuerpo con mis sábanas. La culpa me aplastó: había fallado en mantener la línea que separa lo personal de lo profesional. Ella era mi subordinada. Yo… yo había cruzado un límite que jamás debía.
"Oye… deberías irte…"
La levanté con suavidad, mientras maldecia en mis adentros el error que cometi,no sabía cómo enfrentarla ni cómo enfrentarme a mí mismo. Cada fibra de mi ser me recordaba que esto había sido un error. Mi mente buscaba justificaciones, pero no las encontraba. Mis ideales, tan arraigados, me gritaban que ella no encajaba en la mujer que yo había imaginado para mí. Y, sin embargo, allí estaba, tan real y tangible, recordándome que el deseo y la culpa podían coexistir de la manera más frustrante y contradictoria.
Y así, mientras la observaba incorporarse, comprendí que la noche anterior había removido algo dentro de mí que no sabía cómo controlar, ni quería admitir del todo.