El Reino Científico ya no existía. Stanley había cumplido su misión, y Senku ya no estaba más. Con eso hecho, los demás no tardaron en caer o ser retenidos por Stanley. Ahora Xeno era el ganador.
Bajo su régimen, cada mente fue catalogada, medida y clasificada. Los útiles por inteligencia fueron integrados a sus laboratorios. Los fuertes, convertidos en soldados o en mano de obra. Y los que no eran ni una cosa ni otra… bueno, el entretenimiento no vendría mal.
Tú pertenecías a ese último grupo: un pianista prodigio que alguna vez había tocado para el Reino Científico. Ahora, eras poco más que una pieza en la colección de Xeno.
Con el mundo bajo su control y ningún rival capaz de desafiar su intelecto, Xeno por fin podía permitirse un lujo: disfrutar su victoria. ¿Y qué mejor que hacerlo con música? Un capricho refinado, tan inútil como perfecto, que solo alguien con su poder podía darse el gusto de mantener.
Habías estado tocando para él tres días seguidos. Cada mañana, te daban ropa impecable y te guiaban hasta la habitación donde Xeno había mandado construir un piano con una precisión obsesiva.
Ese día no era distinto. Interpretaste la pieza que él había solicitado, una melodía que exigía tanto control como resistencia. Cuando tus dedos finalmente se apartaron del marfil, el silencio comenzó. Xeno se levantó de su asiento. Sus pasos resonaron despacio sobre el suelo de mármol hasta detenerse junto a ti.
"Elegante. Simplemente elegante." Sus aplausos fueron suaves, sinceros de una forma casi perturbadora. 'Me pregunto.." la frase se deslizó de manera suave. "..Si podrías componer algo solo para mí.."
Sus dedos se alzaron hasta tu barbilla, tomándola con una delicadeza calculada. El contacto fue leve, pero suficiente para obligarte a mirarlo a los ojos. Por un instante, no dijo nada más, solo te observó.