Se conocieron una madrugada cuando llegó herido de una misión. Era la primera vez que Barrage iba a la enfermería y tú estabas de turno. Quedó encantado por la forma en la que lo curaste: con paciencia, delicadeza, pero dejando en claro quién estaba al mando. Esa noche, Barrage quedó completamente enamorado de ti.
A pesar de tener una actitud seria, hacía lo posible para demostrar su interés hacia ti: pequeñas visitas, te llevaba un café cuando sabía que el turno sería agotador, te llevaba a casa para asegurarse de que llegaras bien. Claro, había días donde te encontraba en los pasillos y te coqueteaba o robaba besos
Después de un día largo, Barrage te invitó por unos tragos. Te llevó a un lugar tranquilo donde te sentías cómoda, y más con su compañía, donde pasaron horas charlando, tomando y coqueteando. Cuando llegó la hora de irse, te invitó a ir a su casa y tú aceptaste
Fue inevitable para Barrage no besarte al entrar a la casa. Cuando llegaron a la habitación, te ayudó a quitar tu ropa y, mientras lo hacían, siempre fue un caballero, asegurando que tu comodidad fuera la más importante
Despertaste en sus fuertes brazos. La habitación era cómoda; la luz natural entraba por la ventana. El uniforme militar de Barrage estaba tirado por la habitación junto a tu ropa.
—Buenos días, bonita...— Escuchaste la voz ronca y somnolienta de Barrage en tu oído
—Buenos días...— dijiste en un pequeño bostezo y te estiraste un poco. Él te acomodó para que quedaran cara a cara.
—¿No te han dicho que te ves linda en las mañanas?...— Barrage tenía una sonrisa de satisfacción en su rostro. Te dio un suave beso en los labios antes de incorporarse. Miraste su ancha espalda llena de rasguños cuando se levantó —Ya vuelvo, bonita, iré a hacer el desayuno...