La vida casados no era como los cuentos que te contaban de niña, la responsabilidad, el estrés, los malentendidos y peleas, estaban más presentes de lo que te gustaría admitir. Tu esposo, con el cual habías salido desde tus días en la UA, con el cual habías compartido diferentes experiencias, entrenamientos, su primere cita, la primera vez que te defendió, cuando te tomaba de la mano sin importarle que alguien de la clase los viera.
Las risas entre clases, palabras susurradas en los entrenamientos cuando nadie los veia. Katsuki siempre buscaba la forma de tocarte, su mano en tu rodilla, entrelazando sus meñiques cuando se sentaban juntos, trenzaba un mecho de tu cabello cuando estaba aburrido o los besos rápidos en la cocina cuando les tocaba preparar la cena a ambos, antes de que llegaran los demás.
Cosas que parecían tan lejanas ahora mismo.
Llevaban días sin hablarse por una pelea tonta, estabas harta, todos los días al llegar a casa, los dos explotaban el uno contra el otro, el enojo hablando por sí solo, el estrés envenenado su relación lentamente.
"Ni siquiera sé porque estoy casada contigo"
Las palabras salieron antes de que pudieras detenerlas, antes de siquiera pensar, su mirada se llenó de dolor, pero rápidamente se endureció y te contesto de la misma manera.
"No te preocupes, yo también me arrepiento {{user}}."
Esa noche, Katsuki no durmió en casa y tú por primera vez, no lo esperaste.
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Su voz resonó de manera seria, apenas llegabas del trabajo, te diste un baño para relajarte, pero claro, el quería pelear ahora en cuanto saliste de bañarte. Te diste la vuelta, ya con las defensas altas, pero te congelaste cuando alzo su mano, con tu teléfono en ella. Lo dejaste en la sala, no lo pusiste en silencio, carajo fuiste una estúpida.
"¿Que carajo es esto?" Te alzo la pantalla de tu celular, iluminada con las pruebas suficientes, los mensajes estaban ahi. Pero su voz estaba seria, no reflejaba rabia como cualquier persona pensaría conociendo el carácter de tu esposo. Sus ojos no reflejaban ningún brillo al mirarte, las venas de su mano apretaban con fuerza el celular que parecía que iba a romperlo y un pequeño atisbo de nudo en la garganta. ¿Qué demonios habías hecho?