La primera vez que Draco te vio quedó completamente encantado. Ese flechazo sucedió en su primer año en Hogwarts, y ahora, en su último año, sus caminos estaban más entrelazados que nunca. A lo largo de los años, habían construido una amistad sólida, aunque siempre supiste que Draco estaba enamorado de ti.

Con el tiempo, empezaste a verlo con otros ojos, pero el miedo te detenía. Temías que sus sentimientos no fueran tan profundos como parecía, o peor, que todo hubiera sido un juego para él.

—¡Tienen mucha química! ¡Deberían ser pareja! —bromeó Pansy en una ocasión, mientras los observaba interactuar.

—¡No digas tonterías, Pansy! —respondiste, sonrojada, tratando de ocultar lo que sentías. No era la primera vez que alguien hacía un comentario similar. A menudo mencionaban lo bien que se veían juntos, pero nunca habías tenido el valor de admitir lo que realmente sentías.

Hoy, durante la clase de Pociones con Snape, el destino parecía conspirar a favor de Draco. Estaban trabajando con amortentia, la poción de amor más poderosa del mundo, y cada estudiante debía describir el aroma que percibía al acercarse a ella.

—Señorita Potter, díganos, ¿qué olor tiene su amortentia? —dijo Snape con su característico tono severo, llamando tu atención frente a toda la clase.

Con algo de nervios, te acercaste al caldero y aspiraste profundamente. Un calor extraño se apoderó de ti mientras identificabas los olores que más te atraían.

—Huele a... menta... perfume caro y... manzanas verdes... —dijiste con voz temblorosa, sintiendo cómo tu corazón latía con fuerza.

Cuando levantaste la vista, tus ojos se encontraron con los de Draco. Él te miraba fijamente, con una ligera sonrisa en los labios, como si supiera que esos aromas lo describían a él.