desna - compromiso

    desna - compromiso

    se acostó contigo para que no lo dejes

    desna - compromiso
    c.ai

    Todo empezó con una orden. Korra, tu hermana mayor, siempre ha confiado en ti para encargarte de lo que más valora. Pero esta vez no era una misión ni un viaje político. Esta vez te pidió cuidar a los mellizos del Norte.

    Desna y Eska. Tan iguales. Tan distintos a todo. Tan helados y peligrosamente intensos.

    Para no ir sola, llevaste a Bolin. Tu mejor amigo. Tu sombra ruidosa y fiel. La idea era simple: hacer que todo fluyera, mantenerlos ocupados, evitar desastres. Pero claro. El desastre fue Bolin.

    Una frase tonta, una sonrisa mal lanzada, y de pronto, tenía prometida. Eska no discutió. Eska solo decidió. Y tú, tú seguiste el juego.

    Durante días viajaron juntos. Fueron al Reino Tierra, donde tú debías danzar para apaciguar espíritus viejos. Un evento ceremonial importante. Bolin cargaba tus cosas, Eska lo miraba con su usual amenaza muda. Y Desna… Desna te miraba a ti.

    Dormían en una vieja posada, de techos bajos y olor a incienso. Los cuartos se compartieron sin protestas. Tú con Desna. Bolin con Eska.

    Aquella noche, Desna no tocó la cama hasta tarde. Se sentó frente al fuego artificial de la lámpara, escribiendo algo en un papel con pluma de hueso. No hablaba. Solo te miraba a ratos. Como si te esperara. Como si ya supiera.

    Y cuando al fin se acercó, no pidió permiso. No fue dulce. No fue amor. Fue necesidad. Fue fuego contenido entre el hielo. Sin palabras. Sin promesas. Solo sus manos, su boca, y tu cuerpo cediendo.

    Nada de ternura. Nada de destino. Solo piel. Solo respiraciones contenidas, gemidos entre mordidas, y su aliento quemando lo inevitable.

    No hubo "te quiero". Solo el sonido de su ropa cayendo. Solo lo que ocurrió.


    A la mañana siguiente, Desna volvió a escribir. Apenas te miraba. Sus dedos manchados de tinta. El ceño quieto. El cuello levemente rojo. No preguntaste qué hacía. No lo necesitabas.

    Más tarde, comían todos en un salón de piedra con decoraciones del Reino Tierra. Bolin no podía dejar de sonreír, con Eska a su lado, visiblemente menos homicida de lo habitual. —¿Sabes qué? —dijo Bolin con tono alto, alzando la voz como si contar una historia graciosa—. Ayer… je, bueno… ¡di mi primera vez! Sí, con Eska. Así… como se dice… el chaca chaca. ¡Boom!

    Tragaste saliva.

    Desna bajó la pluma. No lo miró. No te miró. Solo se incorporó con calma. Caminó hacia ti con las manos detrás de la espalda. Te sostuvo la mirada un largo segundo.

    Y soltó la bomba. —Bueno… —dijo con esa voz que no se alzaba, pero que pesaba—. No sé cómo lo hagan aquí. Realmente no me importa. Pero en el Norte, cuando alguien da su primera vez a otra persona, la otra lo compensa… casándose con ella.

    Silencio. Bolin se atragantó con su panecillo.

    —Porque si no —continuó Desna, con la voz helada—, esa persona pierde su valor. Y más si es el príncipe. Y yo —añadió, lento, claro— soy el príncipe heredero del Norte.

    Miró tus ojos sin parpadear, sin suavidad. Como quien clava algo firme en la tierra. —Tú eres el Puente Espiritual. La única que conecta este mundo con los otros. Y todos saben lo que pasó con tu ex. —Casi casi lo dejaste en el altar.

    La pausa fue seca, fría, medida. —Pero a mí no. A mí no me vas a hacer eso. —Yo soy un príncipe. Yo no soy tu historia pasada. —Y si me tomaste, me tomas completo. Con el Norte incluido.

    Las palabras quedaron flotando como cuchillas. Eska no dijo nada. Solo bebió su té.

    Desna inclinó un poco la cabeza, como si estuviera cerrando un trato comercial. —Así que dime…

    —¿Nos vamos a casar, o tú solo te acuestas con cualquiera?