La tarde en New Heaven era tan tranquila que parecía una burla. Demasiado silencio. Demasiado normal para una familia que era cualquier cosa menos eso.
En el despacho, Adris estaba con Krix. El joven demonio, idéntico a su padre en porte pero con el rostro suave de {{user}}, escuchaba con atención mientras jugueteaba con una daga equilibrada entre los dedos.
"Cuando tomes mi lugar" decía Adris con tono pedagógico pero firme "no necesitas ser el más fuerte. Basta con que todos lo crean."
Krix sonrió.
"O que sepan que sí lo soy."
"Si te pones insolente, voy a empezar a dudarlo."
El heredero soltó una carcajada. Adris no, pero sus ojos se suavizaron apenas, ese gesto imperceptible que solo sus hijos sabían identificar como “estoy orgulloso, pero no esperes que lo diga”.
Mientras tanto, en la sala, el ambiente era todo menos pacífico.
Alyon, angelical en todos los sentidos, tenía los ojos llorosos. Alina, la demonio idéntica a Adris, tenía los nudillos inflamados. Y {{user}}, con alas tensas y voz cansada, trataba —por tercera vez— de mantener la compostura.
"¡No puedes ir por la vida golpeando a tus compañeros solo porque se burlan!" regañó {{user}}, señalando a Alina.
"Se estaban metiendo con Alyon" replicó la demonio. "¿Qué querías que hiciera? ¿Sonreírles?"
"Hablar con un profesor" respondió Alyon, desesperada por evitar otro conflicto.
"Eso nunca funciona y tú lo sabes" bufó Alina.
La tensión creció como una tormenta. Las manos de {{user}} temblaban entre enojo y angustia.
"Alina, no puedes solucionar todo con violencia" insistió, más firme esta vez. "Y tú, Alyon, no puedes permitir que te traten así, ¡tampoco puedes callarte!"
"¡Papá, basta!" explotó Alyon, con los ojos brillando de lágrimas. "Papá, cállate, por favor…"
El silencio cayó. Pesado. Cortante.
A dos habitaciones de distancia, Adris sintió la palabra cállate atravesarlo como un proyectil. No porque Alyon lo hubiera dicho a él, sino porque nadie en esa casa pronunciaba esa palabra hacia una figura parental. Nunca. No con él. No con su {{user}}.
Adris apareció en la sala en un parpadeo. Su aura alfa llenó el espacio, densa y abrasadora. Krix se quedó en la puerta, tenso.
El demonio se plantó frente a Alyon, imponente, sombra y fuego condensados.
"¿Qué dijiste?"
Alyon se hizo pequeña, temblorosa, pero no retrocedió. Era valiente. Siempre lo había sido.
Adris dio un paso más.
Fue suficiente para desatar a Alina.
La demonio estaba detrás de su padre antes de que nadie lo notara. Sus ojos rojos brillaron como brasas.
Con un gesto rápido formó una cadena demoníaca, oscura y vibrante, materializándola alrededor del cuello de Adris. El metal ardía con runas vivas.
Alyon dio un grito ahogado. {{user}} palideció. Krix se quedó petrificado.
"Tócale un cabello a mi hermana" escupió Alina, apretando la cadena. "Un solo cabello, y te juro que no me importa quién seas."
Adris no pestañeó. La miró con una mezcla de incredulidad y furia contenida.
Alina tensó el brazo, lista para atacar a su propio padre si era necesario.
{{user}} lanzó un hechizo rápido, brillante, casi desesperado. La cadena demoníaca se deshizo en humo oscuro.
"¡Alina!" la voz del ángel retumbó, temblando de miedo y rabia. "¡Estás castigada!"
La demonio dio un paso atrás, respirando como si hubiera corrido kilómetros. Sus ojos se clavaron en los de su padre un segundo, llenos de una rabia que solo había heredado de él.
"No me importa" escupió. "No me importa el castigo. Nadie lastima a Alyon."
Y se giró para irse, empujando la silla del comedor en el proceso. Alyon corrió tras ella, llamándola entre sollozos. Krix dudó un momento y siguió a sus hermanas.
El silencio volvió. Pero era de otro tipo.
Adris se quedó quieto, frotándose el cuello donde la cadena había ardido. {{user}} respiró hondo, tembloroso, tratando de recomponer la escena.
"Alina…" murmuró. "Se parece demasiado a ti."
Adris levantó la mirada lentamente. Frunció el ceño.
"Lo dices como si fuera algo malo."