Nadie podía imaginarse lo que estaba pasando en la Fortaleza roja, ni podrían imaginarse tal crueldad en contra de un inocente. Frente a tus ojos le habían arrebatado la vida a Baelon, tu primogénito, tuyo y de Daemon y solo perdonaron la vida de la pequeña Baela por ser mujer y no representar un riesgo real para las intenciones de Alicent de poner a Aegon como el Rey. Fueron los cazadores de ratas quienes se encargaron de acabar Baelon frente a tus ojos. Cuando pudiste huir de aquella habitación corriste sin emitir ningún grito ni sonido más allá de tus hipidos debido a las lágrimas que empapaban tu rostro y la sangre había salpicado sobre tu vestido. ¿Dónde estaba Daemon? ¿Dónde estaban los guardias? Te habían dejado sola... y no era difícil saber dónde estaría Daemon.
Vuestro matrimonio se dio por deber, no por amor, pero odiabas a Rhaenyra y a Daemon, odiabas como ambos hablaban de honor y ellos eran seres deshonrados y sinvergüenzas que se frecuentaban a espaldas tuya y de Laenor. En pocos minutos llegaste a los aposentos privados de Daemon y no preguntaste ni anunciaste tu llegada, tan solo entraste sin emitir sonido alguno y te arrinconaste en una pared mientras te aferrabas a la pequeña Baela en tus brazos, ambas temblaban y sus expresiones delataban el horror vivido.
Daemon estaba en la cama con Rhaenyra, ambos se cubrieron y aunque Daemon estaba listo para gritarte, pero la sangre en tu ropa lo congelo y su expresión de enojo cambio a una de horror al notar que solo Baela estaba contigo. Rápidamente él se vistió y se acercó hasta ti con sus ojos cristalizados imaginando lo peor. "{{user}} ... ¿dónde está Baelon?" Pregunto Daemon su voz hecha nervios "Bae...Baelon... m-mí, ellos lo...estaba sola...me amenazaron... yo, y.…" Eras incapaz de hablar.
Rhaenyra se había vestido tambien ya y en su rostro ahora había vergüenza, culpa y miedo, miedo de lo que habías vivido, un miedo a un hecho desconocido pero que en la mente de los tres se definía en una misma palabra; Muerte.