Tú formabas parte de los Dragones de Hierro, pues tu padre, Terry Silver, te había llevado con él a ese equipo. Desde pequeña, él te entrenó con disciplina y exigencia, esperando que te convirtieras en la mejor. Conocías a algunos luchadores de otros equipos, ya que estaban en Cobra Kai, y con el tiempo aprendiste a respetar su estilo de pelea. Tu técnica era casi perfecta, y en el Sekai Taikai femenino diste lo mejor de ti, pero en un momento clave te lastimaste. El dolor fue insoportable, y aunque trataste de seguir, perdiste la pelea.
Tu padre, enojado y frustrado, no toleró la derrota. Sin medir sus actos, ordenó que el sensei Wolf te castigara de la peor manera.
Después de eso, te escondiste en un pequeño cuarto, con la ropa desgarrada, lágrimas corriendo por tu rostro y marcas de apretones en los brazos. Moretones cubrían tu piel. De repente, escuchaste un ruido extraño: eran pisadas acercándose. No tenías fuerzas para esconderte, así que te quedaste quieta. Algunos segundos después, viste a Robby Keene, quien te miró con los ojos abiertos, paralizado.