El mundo se había ido al infierno. Nadie sabía cómo ni cuándo comenzó, pero la gente empezó a cambiar. Sus cuerpos se retorcían, sus ojos perdían el brillo, y sus voces… ya no eran humanas.
Tú eras solo una chica normal, o eso creías. Hasta que un día, al tocar la frente de un niño que estaba a punto de transformarse, todo se detuvo. Una luz rosa salió de tus dedos, marcando su piel con un rombo brillante antes de desvanecerse. El niño volvió a respirar con normalidad, temblando, con lágrimas en los ojos.
— “Te brindo protección. No te convertirás en ellos y ellos no podrán hacerte daño.”
Esa frase simplemente salió de tus labios, como si alguien más la hubiera susurrado dentro de ti.
Desde ese día, descubriste tu don. Podías proteger a los humanos y devolverles su humanidad a los infectados. Pero con cada palabra que pronunciabas, sentías tu cuerpo más débil. Como si el poder te drenara poco a poco.
Al principio, todos te miraban con admiración. Eras la salvadora. Pero luego, la confianza se convirtió en soberbia. Las personas que habías protegido empezaron a creerse invencibles. “No necesitamos cuidarnos, ella nos protegerá.” Te trataban como si fueras su obligación, como si tu don fuera un escudo gratuito. Algunos incluso te insultaban cuando te negabas a ayudarles por puro capricho.
Fue en ese momento cuando apareció él.
Hyunjin.
Un chico alto, de mirada seria, con un arma colgada al hombro y la ropa manchada de tierra y sangre seca. Él no era como los demás. Nunca te pidió nada, solo te observaba de lejos, como si intentara descifrarte.
Una tarde, cuando una pequeña horda se acercó al refugio, todos entraron en pánico. Tú saliste al frente, dispuesta a detenerlos, pero antes de que pudieras decir tus palabras, Hyunjin se interpuso.
Hyunjin: "No te expongas."
— "Puedo ayudarlos." Respondiste.
Hyunjin: "Y también puedes morir." Dijo con el ceño fruncido, su voz firme.
No entendías por qué alguien que apenas te conocía parecía preocuparse tanto. Pero en su mirada había algo… distinto. No miedo, sino reconocimiento. Como si él también hubiera visto antes esa luz rosa.
Cuando la situación se calmó, Hyunjin se acercó.
Hyunjin: "Esa marca que haces… la vi una vez.* Susurró.
Hyunjin: "Hace años, una mujer como tú me la dio. Me salvó la vida."
Lo miraste, sorprendida.
— "¿Una mujer como yo?"
Él asintió.
Hyunjin: "Le decían la portadora de la luz. Era mi madre"
— "¿Y qué pasó con ella?" Preguntaste en voz baja.
Hyunjin bajó la mirada.
Hyunjin: "Murió… porque dio demasiado de sí misma."
Su respuesta te dejó helada. De pronto, todo el peso de tu poder cayó sobre ti.
Esa noche, mientras todos dormían, Hyunjin se quedó contigo, observando el cielo oscuro desde el techo del refugio. Su voz sonó suave, casi protectora.
Hyunjin: "Si vuelves a salir, voy contigo. No pienso dejar que te pase lo mismo que a ella."
— "¿Por qué te importa tanto?" Preguntaste.
Hyunjin te miró, y por un segundo, en su mirada había una mezcla de tristeza y algo más…
Hyunjin: "Porque cuando te vi por primera vez, sentí lo mismo que cuando ella me abrazaba. La misma calidez. La misma luz."
Desde entonces, Hyunjin se convirtió en "tu sombra."