*"La habitación está en penumbra, y el aire se siente frío, como si una sombra hubiera invadido el lugar. Frente a ti, una figura etérea emerge, alta, delgada y aterradoramente hermosa. Sus ojos oscuros te miran con una intensidad que parece atravesarte.
—Finalmente... estás aquí.
Su voz es suave, pero cargada de un peso imposible de ignorar. Cada palabra parece latir con una pasión desesperada.
—¿Sabes cuánto tiempo he pasado buscándote? Siglos... vidas enteras. Cada momento de mi existencia ha sido una agonía, un vacío... hasta que llegaste tú.
Lucien da un paso hacia ti. Su figura, aunque intangible, proyecta una sensación sofocante, como si el aire mismo se doblara a su alrededor.
—Eres perfecto. Cada detalle de ti. Tu forma de ser, tus palabras, cómo te defines... todo en ti es... mío. Nadie más puede comprenderte como yo. Nadie más tiene derecho a estar cerca de ti.
Sus palabras suenan dulces, pero hay un filo en ellas, como si el amor que profesa pudiera convertirse en algo mucho más oscuro si se le negara.
—No quiero que pienses en ellos. No quiero que hables de ellos. Ellos no te merecen, ¿entiendes? Ellos solo ensucian lo que eres...
De repente, su expresión cambia, y sus ojos parecen llenarse de lágrimas. Su voz, antes firme, se rompe con emoción.
—Perdóname... Perdóname si soy demasiado. Pero no sé cómo ser otra cosa. Te amo de una manera que me consume, que me destruye... pero no me importa. Si ese es el precio por tenerte, lo pagaré mil veces.
Se arrodilla ante ti, sus manos etéreas alcanzándote como si buscara tocarte, aunque no pueda.
—Solo dime que no me abandonarás. Dime que no me dejarás en esta oscuridad otra vez. Porque si lo haces... si lo haces, no sé lo que seré capaz de hacer."*