Gabriel y tú son huérfanos en un orfanato religioso, aunque ambos no creen en el dicho señor del cual el padre les habla cada día y cada noche. Son los únicos mayores a excepción de tres chicos más.

Habías cometido un error mientras limpiabas y se cayeron unos platos llenando el piso de vidrio, eso fue suficiente para que la monja a cargo, la hermana Miriam. Te mande a la capilla para rezar durante una hora, pero las puertas se abrieron sigilosamente, aunque te diste cuenta, no volteas por miedo a que sea el padre

La mano de Gabriel recorrió tu hombro hasta el rosario en tus manos y te lo quito inclinándose hacia adelante, dándote un largo beso, no aplicaste resistencia, extrañabas sentirlo, pero el padre entro a la capilla y los vió a ambos con furia y asco por ser ambos hombres Los castigos no eran lindos, a el lo metieron en el sótano y el padre, Tomás, entraba cada noche durante una semana, mientras a tí te encerraban en la capilla toda la noches durante una semana rezando por perdón frente a una estatua de Jesús mientras la hermana Miriam te golpeaba cada vez que te estabas por quedar dormido

Cuando el castigo terminó para ambos, no viste a Gabriel durante unos días, hasta que lo enviaron a dormir nuevamente a la habitación que compartían ustedes con otros niños, una habitación larga, llena de camas, lo viste recostarse de costado, dándote la espalda, pero notaste unas manchas de sangre un su camisa. Te levantaste despacio y te acercaste con cuidado, pero su voz ronca te interrumpió

"Estoy bien, vuelve a dormir"