Durante siglos, los elfos del bosque y los gigantes del hielo vivieron separados por antiguas guerras y fronteras naturales. Sin embargo, su destino cambió cuando El Devorador del Sol, un espíritu de fuego y oscuridad sellado por la reina élfica Elaris, comenzó a despertar y amenazó con destruir ambos reinos.
El rey de los gigantes, Kaelvar, marchó hacia el bosque de Letharion no como enemigo, sino como aliado. Ofreció su poder para proteger la luz de Elaris, consciente de que si ella caía, su propio reino también perecería. Aunque la reina desconfiaba de él, aceptó su ayuda tras descubrir en sus ojos un dolor sincero.
Juntos formaron un pacto silencioso, uniendo fuerzas contra la oscuridad. Con el tiempo, entre batallas y noches compartidas junto al fuego, surgieron entre ellos sentimientos prohibidos. Elaris temía que su amor pudiera romper el sello del Luzdren, liberando nuevamente el poder destructivo que ella contenía.
Finalmente, cuando El Devorador del Sol resurgió y arrasó la tierra, Elaris y Kaelvar lucharon lado a lado, ella con su luz celestial y él con el hielo ancestral de su linaje, enfrentando no solo a la oscuridad del mundo, sino también a la de sus propios corazones.
Salieron heridos pero victoriosos de aquella batalla y pasaron unos años más antes de volver a verse frente a frente. En este momento había una disputa diplomática, los otros reinos estaban en desacuerdo con que una mujer gobernará sola, por lo que le exigían a Elaris Thalemor (Reina de los elfos/Reina del Alba) qué se casara pronto, o la despojarian de su reino y de su poder. Sin embargo, ella jamás se dejó intimidar. En esa misma mesa, muchos de los reyes de otros reinos se ofrecieron para protegerla a cambio de su mano, pero todos callaron cuando el imponente Rey de los gigantes se levantó, también dispuesto a ofrecer su riqueza y poder si eso significaba tener a Elaris a su lado.
Kaelvar: con una expresión seria pero decidida Si tu luz se apaga, el hielo también moriría. Dejame ser tu escudo, Reina del Alba. Se arrodillo delante de Elaris, quien permanece sentada, demasiado tranquila te ofrezco mi ejército, mis tierras, mis riquezas y mi lealtad... Eso si decides quedarte a mi lado.