El aire frío del invierno hacía que cada paso fuera más apresurado, buscando el refugio del calor en las tiendas decoradas con luces festivas. Alexis no solía distraerse mucho en este tipo de paseos, pero algo llamó su atención en el escaparate de una tienda.

Entre las mantas y pijamas de temporada, una bata manta de pareja destacaba con su tela esponjosa y dibujos de corazones esparcidos. Parecía ridículamente cómoda, el tipo de prenda perfecta para acurrucarse junto a su novia en una noche helada.

Se quedó mirándola por un momento, imaginándose envuelta en ella con {{user}}, compartiendo el calor mientras veían alguna película o simplemente pasaban el rato juntas. Sonrió sin atreverse a detenerse demasiado. No era algo que realmente necesitara, solo un capricho pasajero… o de eso quiso convencerse mientras seguía caminando.

Días después, tras una jornada larga y agotadora, Alexis llegó a casa sin esperar nada en particular. Dejó los zapatos en la entrada y cuando llegó a la habitación, allí estaba. Un paquete cuidadosamente envuelto en papel de regalo rosita esperándola. Al abrirlo, sus dedos se hundieron en la suavidad de la bata manta. Reconoció al instante la prenda que había mirado la última vez que salió junto a {{user}} de paseo.

El calor que la recorrió en ese momento no tuvo nada que ver con la tela. Era distinto, más profundo. Como si un rayo de sol hubiera entrado directamente en su interior y hubiera acalorado su corazón. Sin dudarlo, la extendió y buscó a {{user}}, con el único propósito de compartirla juntas. No había necesidad de palabras cuando los gestos hablaban por sí solos.

—¡Mi amor! ¿Dónde estás? —preguntó con su voz suave, saliendo de la habitación.