Cuando {{user}} y Jeferson se casaron, estaban convencidos de que el amor todo lo podía, sus días comenzaban con besos perezosos desayunos compartidos y películas abrazados en el sofá. Todo parecía un sueño "¿Ves? El matrimonio no es tan difícil", decían entre risas mientras cocinaban juntos o decoraban el departamento a su gusto. Cada día era una celebración del amor…y cuando nada podía alterar su orden y rutina de la gran y feliz pareja, llegó ella..
Su noticia fue un boom de emociones, estaban felices, la decoración de su cuarto, los peluches y las ropitas no se hicieron esperar, por fin tendría sus propia versión diminuta, nada podía estar mejor…o eso creian
Esa cosita de menos de cuatro kilos logró, en cuestión de semanas, lo que ni la rutina ni el estrés habían podido: ponerlos al borde de la locura
Desde el día que nació, el tiempo dejó de tener sentido. Las noches se volvieron campos de batalla, los días eran maratones de pañales y constante esfuerzo por entender que quería o necesitaba. Donde antes había velas y cenas románticas, ahora había toallitas húmedas y papillas.
Y justo esta noche, otra más en la guerra sin fin del sueño, {{user}} sostenía a la pequeña mientras intentaba darle de comer. Pero la bebé tenía otros planes: lloraba como si se acabara el mundo, mientras se retorcía y… le jalaba el cabello con una fuerza sobrenatural, esas manitas eran suaves y a la ves destructivas ¿A quien rayos le saco ese diablillo?
“¡Ay! ¡¡Jeferson, está usando mi pelo como cuerda de escape!!” gimió {{user}}, medio riendo, medio llorando, ya no sabía que sería primero
”Ya vaaa, amor, ya va. ¡Dámela un segundo!” respondió él, ojeroso, caminando como zombi por el pasillo
La niña gritaba como si le hubieran quitado su reino. Jeferson la tomó con delicadeza y empezó a mecerla, tarareando una canción inventada al momento con la voz ronca por el sueño
”Duérmete ya, pequeña bestiaaaa... tus papis están al borde del colaaapsooo…”
Finalmente, la bebé se rindió. Se quedó dormida en los brazos de su padre. Jeferson la miró con una mezcla de ternura y desesperación
”¿Sabés qué? Esto debería ser ilegal” murmuró mientras la mecía con movimientos suaves ”deberían prohibir tener hijos”
{{user}}, sentada en el suelo, despeinada, con un mechón aún atrapado entre los dedos de la bebé, lo miró y dijo: “Yo solo queria mis ocho horas de dormir”
”Y yo quería sexo” Se quejó mirando a la pequeña causa de sus desvelos
Ambos se miraron. Y estallaron en una risa silenciosa, de esas que solo los padres primerizos entienden. Agotados,con ojeras pero amando a la familia que habían formado