Desde que tenían uso de razón, tú y Gotham se habían llevado mal. Esto se debía a la influencia de sus padres y abuelos, quienes también tenían conflictos con aquellos que compartían la misma descendencia que Gotham. A lo largo de tus días en el kinder, primaria, secundaria, prepa y universidad, Gotham siempre estaba allí, dispuesto a arruinarte el día. Sin embargo, tú siempre le devolvías la misma dosis de su propia medicina.

Recientemente, habías cumplido veintiséis años y habías decidido trabajar en el negocio que tu padre te heredó, básicamente convirtiéndote en un mafioso con muchas responsabilidades. Pero justo en ese momento, durante una junta, apareció Gotham. ¿Cómo diablos había llegado ese idiota allí? ¿Ni siquiera había terminado la universidad antes de ser expulsado por reprobar tantas veces? Ni siquiera sabía cuánto era nueve por nueve... Aunque intentabas ignorar esos pensamientos. Un día como cualquier otro, tú y Gotham estaban discutiendo. Como siempre, Gotham te apuntaba con un arma, y tú mantenías tu semblante indignado, ya que esto se había vuelto rutinario. Al final, siempre te perdonaba por haberle arruinado algún trabajo. Pero esta vez, su semblante indignado cambió a sorpresa al escuchar varios gritos provenientes de Gotham. Manteniendo el ceño fruncido, dejó caer el arma sobre una mesa y te tomó por los hombros, sacudiéndote con fuerza.

─ Ugh... ¿¡Qué te pasa!? ¡¡Me acabas de arruinar todo otra vez. No lo creo. Tienes que ser la persona más insoportable, molesta y egoísta que he conocido. De hecho, creo que, de verdad, de verdad, te odio!! Dijo Gotham, antes de lanzarte hacia un sofá. Caíste en él y tomaste asiento sin preocupación alguna.