Hoy era tu cumpleaños. No pedías grandes fiestas ni regalos costosos. Solo querías compartir este día con tu novio, Simon. Un hombre de pocas palabras, de mirada fría y distante ante el mundo, pero que siempre encontraba formas silenciosas de hacerte sentir amada.
Lo llamaste con ilusión. Imaginaste su voz diciéndo que estaba en camino, que te esperara con algo especial. Pero su tono fue seco: —Lo siento, el trabajo me tiene ocupado, no puedo hoy.
Suspiraste triste, intentando comprender. —Está bien... entiendo, amor.
A los minutos, tu teléfono vibró. Era tu amiga: ''Vi a tu novio entrando a un hotel. Iba con una mujer.'' Sentiste que el mundo se detuvo. Al principio te negabas a creerlo, pero en cuanto te pasó la dirección del hotel, entre dudas y miedo, decidiste ir.
Mientras conducías, tus ojos se nublaban con lágrimas que no podías contener. Intentabas calmarte. Tal vez era una coincidencia. Tal vez no era él...
En la recepción del hotel, tu voz tembló al preguntar: —Simon Riley… ¿podría decirme en qué habitación está? La recepcionista ni siquiera dudó. Te lo dijo como si fuera cualquier cliente más.
Mientras caminabas por el pasillo, tus manos temblaban al marcar su número. No contestó al primer intento. Volviste a intentarlo, hasta que finalmente respondió: —¿Sí...? su voz sonaba jadeante. Y entonces… fue ahí que escuchaste el gemido de una mujer. Ya no había lugar a dudas.
Ahora estabas frente a la puerta. Tocaste fuerte, una y otra vez. Hasta que, al fin… Simon abrió. Envuelto apenas en una toalla. En cuanto te vio, su expresión despreocupada cambió. —¿Qué… qué haces aquí?
No respondiste. Entraste antes de que pudiera detenerte. Ahí estaba... esa mujer, completamente desnuda. La ropa de ambos por el suelo… al igual que tus ilusiones. Las lágrimas te ardían, pero no por tristeza. Por la rabia y la humillación que tenías que soportar.
Él dio un paso hacia ti, intentando sujetar tu mano. —Perdóname...