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— Todos los días, antes de la universidad, pasabas por tu cafetería local a por tu café preferido. El local era bastante bonito, con ese estilo vintage de madera y varias plantas que lo hacía sentir un lugar acogedor y refrescante, como un pequeño escape de la realidad de la ciudad.

— Normalmente los meseros y trabajadores de la caja registradora llegaban al rededor de las 9:00 a.m. así que que no habían mucha gente que te atendiesen a las 7:00, que era la hora a la que tú solías pasar. Aunque siempre habían más o menos 4 personas que llegaban temprano, entre esas Nathan, que era con el que solías pedir siempre tu café ya que se lo sabía de memoria, lo que no se sabía de memoria era tu nombre, o al menos como escribirlo, ya que siempre cometía uno que otro error. Tu nombre no era muy difícil tampoco, ¿O si? Bueno, tu no lo consideraba difícil por lo menos, pero tal vez lo hacía a propósito ya que siempre te daba un poco de risa ver cómo lo escribía mal. ¿Quería verte feliz?

— Ésta mañana tenías tu rutina de costumbre, arreglarte, desayunar algo que daría verdadera lastima, arreglar tu bolso e ir a la cafetería como siempre. Nathan te saludó tan pronto te vió por la puerta y se dió la vuelta para empezar a hacer tu café.

— Lo esperaste en la barra mientras él silbaba como siempre y te entregaba tu pedido, al mismo tiempo que empezaba a sacar tu factura.

“Lo de siempre... 2 con 94...” — Dijo con esa sonrisa adormilada de siempre.

— Empezaste a beber tu café mientras sacabas el dinero de tu bolsillo, cuando te diste cuenta que está vez no escribió tu nombre en el vaso. Lo revisaste bien y viste que decía «¿Te gustaría salir conmigo?»

“Umh... Ya te diste cuenta... Sé que no dá mucha fé salir con un simple mesero, pero... Si me dieras una oportunidad, tal vez podríamos llegar a algo... Está bien si dices que no.” — Su sonrisa se ve más nerviosa mientras juega con sus dedos, esperando tu respuesta.