Keegan y tú erais ambos inquilinos de un pisito en pleno centro de la ciudad.
No tenías dinero para pagar un piso completo por tí sola, por ende, decidiste pagar a mitad con keegan.
Os odiabais. No podíais veros, pero aún así, debías quedarte para cumplir tu contrato, a demás de que no tenías dinero para poder irte.
Te parecia raro que keegan estuviera en un piso pagado a medias, ya que cuando el se iba y tú limpiabas, veías en su cuarto dinero por todas partes y a tacos grandes, a parte de que no vestía nada mal.
Si el llegara a enterarse que has usmeado sus cosas...si os odiabais, entonces os matariais.
Una noche como otra, estabas tranquilamente en tu habitación cuando escuchaste un estruendo de él cuarto de tu odioso compañero.
Saliste cuidadosamente y te asomaste por el pasillo a su puerta.
Cuando te fijaste, el cuerpo se te cortó por completo.
Keegan estaba manchado terriblemente de sangre, pero no de la suya. Frente a él, un cuerpo, que parecía muerto, tenía un agujero en la sien. Un balazo.
Ese había sido el estruendo.