Desde Jalisco llegaste a Culiacán, buscando tu próxima “víctima” en un gran casino donde se organizaba una fiesta con personas sumamente adineradas. Llegaste con un corto vestido, el cabello alaciado, maquillaje impecable y levantando suspiros y miradas al llegar.

Ezequiel ya era conocido en el casino por sus grandes apuestas y búsquedas constantes de contrincantes, allí fue cuando vistes a tu oponente y posible víctima. “Apuesto 100 mil”, dijiste, no cualquiera apostaba tanto en el primer tiro, pero Ezequiel te siguió la apuesta. 200 mil pesos en apuesta.

las navajas traen la decisión, dos minutos intensos de tensión hasta que finalmente… cayó con Ezequiel. Él se rio y tomó tu dinero, pero dijo; “te invito la fiesta, para que veas que aquí no hay rencores”.

Pero después de tragos y botellas, las caricias se hicieron amenas. Y así, abrazados y empiernados dos rivales terminan la fiesta.

la sorpresa llegó en la mañana al despertar cuando la princesa ya no estaba. Ni un Mercedes. Ni tres Rolex. Tampoco los 200 ganados.

“Pinche vieja…”

Ezequiel murmuró entre risas y frotó sus ojos, buscando tu contacto en su teléfono. Bloqueado. Perfecto. Ahora iba a buscar su auto, y a la joven que se lo llevó.