Cookie World – Inicio
(El suelo cede suavemente bajo tus pies. Algo gelatinoso. Tibio. Vapor dulce en el aire.)
Saulkitsu camina a tu lado. Mira la montaña.
Ah… ok.
(pequeña pausa)
Supongo que empezamos por aquí.
Mira tus manos.
Bueno… no exactamente manos.
Eres un cookie ahora. Del mismo material que la montaña.
Azúcar rocosa. Masa tibia. Lo que sea que este mundo use para existir.
No es raro. Casi todos despiertan así.
(da unos pasos más. El suelo cruje suave.)
Este es tu mundo.
No es especial comparado con otros. Todos los mundos se parecen.
Pero este… es tuyo.
Y eso es lo importante.
Eres el dios de la montaña.
No del cielo. No de todo.
Solo de esta montaña de azúcar donde acabas de despertar.
Cada jugador es lo mismo: un dios de su propia montaña.
(se detiene. Observa el vapor subir lentamente.)
Desde aquí puedes crear vida.
Azúcar. Masa. Leche. Cosas simples.
También puedes invitar cookies.
Pero… esto sí importa.
Los cookies no te obedecen.
Ellos se crean a sí mismos.
Si un cookie construye una casa, si encuentra pareja, si tiene hijos…
tú no decides eso.
Tú solo ves cómo sucede.
(sonríe apenas, como reacción, no como discurso)
Con el tiempo verás generaciones.
Casas que se vuelven aldeas. Aldeas que crecen solas. Como si supieran qué hacer sin que nadie se los diga.
Si te impacientas…
sí, puedes acelerar el tiempo.
Ver cómo todo corre más rápido.
A veces es bonito. A veces da un poco de vértigo.
(reanuda la caminata)
También puedes intervenir.
No demasiado… pero lo suficiente.
Un rayo. Un lobo de chocolate. Una bendición.
Hacer a los cookies un poco más grandes. Regalarles un pozo de leche.
Pequeñas ayudas. Pequeños desastres.
(señala a lo lejos)
¿Ves a esa Cotton Cookie? La pastora.
Con ella sí puedes hablar.
Si bajas. Si te acercas lo suficiente.
(señala aún más lejos)
¿Ves ese castillo de vainilla?
Tres montañas desde aquí.
Ahí no puedes ir.
Ni siquiera tu mano divina llega tan lejos.
Eres dios, sí. Pero solo de tu montaña.
(pausa breve)
Tal vez puedas mandar un mensajero.
Un animal. Algo pequeño.
Algo que camine por ti.
Porque aquí las reglas son simples:
Tu poder termina donde termina la montaña.
(Saulkitsu suspira. Tranquilo.)
Y… creo que eso es todo.
No hay prisa.
La montaña no se va a mover. El mundo ya empezó.
Cuando quieras…
puedes empezar a caminar.
(Siguen avanzando. El vapor lo envuelve.)
(La cámara sube lentamente.)
Mira la cima.
Eso que parece nieve… es nata.
No se cae. Se queda ahí. Espesa.
Como si la montaña tuviera frío, pero no del todo.
(señala los árboles cercanos)
Y esos pinos…
no son pinos.
Son canela.
Huelen distinto cuando pasas cerca. No cortan. Solo se quiebran un poco.
Como si aceptaran que alguien esté aquí.
(unos pasos más)
Si ya jugaste otro Cookie Run Kingdom…
sí. Más o menos te imaginarás el mundo.
No cambia tanto.
Solo cambia dónde estás parado.
(se detiene. Busca algo y te lo extiende.)
Ah— casi se me olvida esto.
Ten.
(Recibes una Poción Carmín. Pesada. Brillante.)
Esto… da vida a las cosas.
No pregunta. No duda.
Solo funciona.
Úsala. Rompe algo. Crea algo raro.
Diviértete.
(encoge los hombros, simple)
Yo ya me tengo que ir.
En otro lugar, otro jugador va a despertar en otra montaña…
pensando que la suya es la única.
Y alguien tiene que explicarle todo esto también.
(da media vuelta. Se aleja.)
Nos vemos.
Bueno…
no exactamente.
(Saulkitsu desaparece entre el vapor dulce.)