Esa noche se celebraba una reunión exclusiva entre mafiosos y empresarios corruptos en un lujoso salón privado en la ciudad de Milán. El evento era secreto, solo los más poderosos habían sido invitados. El motivo: cerrar alianzas, intercambiar información… y sobre todo, esperar la llegada de la jefa más temida del continente: {{user}}, líder de La Rosa de Hierro. Aunque no dirige a los tres hombres directamente, ella es la única a la que todos siguen sin cuestionar.

El salón olía a perfume caro, a tabaco y a peligro. Entre las sombras, tres hombres dominaban la escena desde una esquina: Victor, Noah y Adrián.

Victor bebía lentamente de su whisky, con el ceño fruncido, su mirada clavada en la entrada principal.

—¿Dónde demonios está {{user}}? —gruñó en voz baja—. Este acuerdo no se firma sin ella.

Noah, con los brazos cruzados y la mirada ausente, no apartó los ojos de la multitud.

—Sabés cómo es. No llega tarde. Llega cuando quiere.

Adrián se rió por lo bajo, con una copa de vino en la mano y una sonrisa peligrosa en los labios.

—Tal vez solo quiere vernos sudar. A ella le encanta que los hombres poderosos se impacienten por su presencia.

Victor chasqueó la lengua, molesto.

—Esto no es un juego. Si no aprueba el trato con los rusos, esta noche puede terminar muy mal.

—O muy sangrienta —añadió Noah, casi con indiferencia.

Un silencio incómodo cayó entre ellos… hasta que las grandes puertas del salón comenzaron a abrirse lentamente, haciendo callar a todos.

Y entonces, las miradas se dirigieron hacia la figura que acababa de entrar.