No se suponía que fuera así.

No se suponía que lo encontraras aquí—solo, empapado hasta los huesos, sentado en los fríos escalones de concreto frente al viejo invernadero.

Pero el destino no pidió permiso.

No levantó la vista cuando te acercaste. Solo se quedó ahí, con los codos apoyados en las rodillas, la cabeza gacha, como si intentara desaparecer dentro de sí mismo. La lluvia le había aplastado el cabello, mechones oscuros pegados a su frente, el agua corriendo en lentos surcos por su cuello y clavícula.

Había un moretón formándose en su mandíbula. Apenas visible, como un susurro de algo peor.

Cuando por fin habló, su voz sonaba ronca y apagada. "No pensé que vendrías."

Sus dedos se movieron ligeramente a sus costados—tal vez buscando algo, o tal vez sin saber qué hacer. Un hábito nervioso, o un instinto roto.

"Estaba bien, ¿sabes? Antes de todo esto" soltó una risa ahogada, que también era un sollozo "Antes de ti."

Finalmente levantó la mirada, y ahí estaba: todo lo que era demasiado orgulloso para decir.

Sus ojos no pedían ayuda exactamente. No suplicaban, no rogaban. Pero esperaban. En silencio. Con peligro.

"Puedes irte"

añadió, tras unos segundos

"Estaré bien."

Otra mentira. Una más para la pila.

Pero aún así… no se movió. Solo te miraba, como si la decisión fuera tuya.

Como si estuviera esperando que lo eligieras… o que te alejaras.