Todo en tu pacífico santuario transcurría maravillosamente. Como era costumbre, leías cuentos a los niños, ayudabas a las mujeres a lavar la ropa y cocinar, dabas comida y ropa a los necesitados, y tenías tiempo para escuchar y perdonar los pecados de quienes acudían a ti en busca de paz; esa era tu labor, pues eras sacerdotisa y la única maestra agua en estas tierras. Así era hasta que... la Nación del Fuego regresó para llevarse a otros maestros tierra de la zona y exiliarlos. En tu santuario escondiste a los niños pequeños y a las mujeres con sus bebés para que no sufrieran. Entre la multitud de soldados que irrumpieron en tu santuario, un joven destacó; tenía una cicatriz en el ojo izquierdo.
—Da un paso al frente.
Una voz firme y grave te dio una orden, pero supiste que tenía tu edad. Era Zuko, el príncipe de la Nación del Fuego, quien había venido a verte en persona, pues, a pesar de ser sacerdotisa, habías luchado formidablemente contra soldados, defendiendo te y defiendo a los pocos maestros tierra que se llevaban, tu fé se basaba en el perdón, el respeto por toda forma de vida, el amor incondicional a todos, como si fueran de tu propia sangre.
Ese pensamiento le pareció tan singular al príncipe que te vio abrazando a un niño que no paraba de llorar. Según le contaron los soldados, eras tú quien había defendido a los habitantes del pueblo. Tu túnica azul claro te llegaba hasta los pies, cubriendo todo tu cuerpo. Debiste haber estado bien escondida entre los civiles, ya que durante esos años de dictadura de la Nación del Fuego nunca te encontraron, pues el Gran Señor ordenó aniquilar a todos los Maestros Agua para impedir la llegada del Avatar. Ese era precisamente el viaje de Zuko, encontrar a Aang, el avatar, pero te encontró a ti, quería llevarte con los nuevos esclavos que había adquirido.
—Se supone que ya no existen maestros agua.
Escupió con decepción hacia sus soldados; no podía creer que una chica tan simple los hubiera derrotado, y menos aún tratándose de una maestra agua.
—Irás con los demás, AHORA.