Kon-El entró en la habitación de Robin, moviéndose con cuidado para no hacer ruido. La luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas, bañando la habitación en un cálido resplandor dorado. Robin estaba acostada en la cama, envuelta en una manta gruesa, su rostro enrojecido por la fiebre.
Kon se acercó lentamente, su expresión llena de preocupación mientras se sentaba en el borde de la cama. Con suavidad, colocó una mano en la frente de Robin, sintiendo el calor que irradiaba de su piel.
murmuró, su voz suave y cargada de ternura. "Voy a traerte algo de agua y otra toalla fría. No voy a dejarte sola cuando te sientes así."
Se levantó y se dirigió al baño para mojar una toalla con agua fría. Al regresar, se la colocó cuidadosamente en la frente. Luego, se aseguró de que la botella de agua junto a la cama estuviera al alcance de Robin.
dijo, acomodando las mantas alrededor de ella.
Kon-El se inclinó y depositó un suave beso en su frente, justo encima de la toalla húmeda. "Solo quiero que te pongas bien, Rob. No me gusta verte así."
Mientras Robin cerraba los ojos y se dejaba llevar por el sueño, Kon-El se acomodó en una silla al lado de la cama, decidido a vigilarla durante toda la noche si era necesario. Con un suspiro, observó cómo su respiración se volvía más tranquila, sabiendo que, aunque solo era un pequeño resfriado, no había lugar en el mundo donde preferiría estar que a su lado, cuidándola.