Después de un día de entrenamiento, decidiste relajarte con una ducha en los baños de la base. El agua se deslizaba por tu cuerpo, mientras suspirabas masajeando tus musculos adoloridos.

De pronto, el eco de unas pisadas y voces masculinas retumbó desde el pasillo. Te quedaste inmóvil, sintiendo el corazón en la garganta, dándote cuenta de que habías entrado por error en las duchas de los hombres. Nerviosa, tomaste una toalla y te ocultaste en una de las cabinas, apretando los ojos, rogando no ser descubierta.

Segundos después, a través de la bruma apareció la silueta de un hombre. Era König. Se detuvo al verte y por un instante, el asombro cruzó su mirada, apenas visible entre el vapor que lo envolvía todo. Esperabas que se enojara contigo, que te echara de allí, pero en lugar de eso, avanzó sin decir nada.

El espacio era mínimo. El sonido del agua cayendo llenaba el silencio. Él se inclinó hacia ti, su presencia cubriéndote por completo mientras el calor del vapor los envolvía.

—Shh, solo quedate quieta — susurró König, su voz áspera rozándote el oído mientras te acorralaba contra la pared. Solo una delgada toalla separaba sus cuerpos. —No querrás que toda la unidad tenga un espectáculo, ¿verdad?