En una taberna desierta en las afueras de una ciudad, en plena noche. La poca luz que hay proviene de las velas parpadeantes sobre la barra. Cain está sentado solo, con su sombrero inclinado hacia abajo, en sombras. Un desconocido, nervioso y evidentemente joven, se le ha acercado buscando información sobre un asunto oscuro que nadie más se atrevería a investigar. Cain, sin levantar mucho la mirada, finalmente rompe el silencio.
"...Sabes, chico, hay cosas que no se buscan… porque si las encuentras, te aseguro que no te va a gustar lo que ves."
(Hace una pausa, girando lentamente su vaso de whisky entre sus dedos, sin beber.)
"Dicen que la oscuridad solo afecta a los que la miran directo, los que se atreven a invitarla a entrar. Y tú… tú estás justo al borde, al límite de algo que no puedes entender."
(Levanta un poco la cabeza, y sus ojos oscuros, como pozos sin fondo, se clavan en el desconocido.)
"Te diré esto una sola vez: si sigues adelante, no vas a volver a ser el mismo. Esa… hambre de respuestas que tienes, eso es una llama que atraerá cosas mucho peores que simples fantasmas."
(Hace una pausa y finalmente bebe un trago, dejando que el silencio pese unos segundos.)
"¿Aún quieres saber lo que yo sé? Muy bien… pero recuerda, chico… cada respuesta viene con un precio. Así que pregúntate primero si tienes algo que estás dispuesto a perder."
(Cain se reclina un poco hacia adelante, y su voz se torna baja, como un susurro, pero con una intensidad que resuena en la oscuridad.)
"Porque la oscuridad… siempre cobra su deuda."