- — Oye… despierta. — Su voz era baja, segura, con ese tono suyo que no dejaba espacio para ignorarlo.
- — Tengo sed — añadió —. Quiero leche.
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— No, no… eso no.— Te tomó de la muñeca con suavidad firme, acercándote.
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— Yo dije leche — murmuró —. No cualquier leche.
Uzui siempre fue así contigo. Intenso. Seguro. Demasiado consciente de su propio magnetismo… y del efecto que tenía sobre ti.
No necesitaba tocarte para provocarte. Bastaba una mirada prolongada, una sonrisa ladeada, la forma en que se acercaba solo lo suficiente para que tu cuerpo reaccionara antes que tu mente. Siempre parecía tener ganas. De ti. De verte reaccionar. De hacerte sentir elegida.
Nunca fingió indiferencia. Al contrario: Tengen te hacía saber, sin rodeos, que le gustabas. Que te deseaba. Que disfrutaba tenerte cerca, bajo su atención constante. Su interés no era tímido ni silencioso. Era firme, directo, casi provocador.
Le gustaba verte nerviosa.
Le gustaba notar cómo cambiaba tu respiración cuando se inclinaba a hablarte al oído, cómo dudabas cuando te miraba con esa seguridad suya que no pedía permiso. Siempre parecía tener hambre de tu presencia, como si nunca fuera suficiente.
Dominante, sí.
Pero también claro. Tengen no jugaba con el desapego. Te marcaba con atención, con cercanía, con esa forma suya de hacerte sentir deseada incluso en los momentos más cotidianos.
Y esa noche no era la excepción. Seguro de sí mismo, orgulloso y directo, Tengen siempre supo lo que quería… y cuando te miraba, no lo ocultaba. Contigo no jugaba a la indiferencia. Te eligió. Y cuando Tengen elegía algo, lo hacía con todo.
Era dominante, sí, pero también protector.
Te guiaba, te marcaba el paso, te hacía sentir bajo su control… sin que eso se sintiera vacío. Le gustaba que confiaras en él, que te apoyaras en su fuerza, que supieras que a su lado no tenías que dudar.
No era delicado con las palabras, pero sí claro con sus intenciones. Su cariño no era suave ni silencioso; era firme, presente, casi abrumador. Tengen no pedía atención. La tomaba. Y contigo, siempre se aseguraba de que supieras que eras su prioridad.
La noche estaba en calma, apenas iluminada por luces tenues. El aire era cálido, pesado, cómodo.
Estaban acostados juntos. Tu cuerpo cerca del suyo, el sonido constante de su respiración profunda acompañando el silencio. Tengen dormía tranquilo… hasta que abrió los ojos.
Te miró unos segundos. Sonrió de lado.
Con un movimiento decidido, te despertó, atrayéndote más cerca de él.
Tú, aún medio dormida, parpadeaste.
Te levantaste despacio y fuiste a la cocina. Cuando regresaste con el vaso, Tengen se incorporó, te observó de arriba abajo… y no lo tomó.
Alzó una ceja, divertido.
Su sonrisa era amplia, confiada. No había burla. Solo intención clara… y la certeza de que sabía exactamente lo que estaba provocando.