Katsuki pensaba que el trato que recibía de tu parte era único. Especial. Por eso mismo, se confundió. Luego, se despistó unos segundos y… sin quererlo, empezó a mirarte con otros ojos.

No solía observarte interactuar con los demás. No le importaba realmente. Él se sentía especial contigo, y nadie podía cambiar eso. Pensaba que quizás tenías cierta preferencia por él, sin darse cuenta de que simplemente así era tu forma de ser.

Pero, un día, cambió de opinión. Empezó a fijarse en cómo tratabas a los demás.

Mala decisión.

Se encontró con una sorpresa desagradable. Horrible. Dolorosa. En realidad… todos se sentían bien contigo. Y ahí lo entendió: tratabas a todos por igual.

Esa noche, estabas sentada en la cama de tu habitación. Hacía frío, por lo que te habías tapado hasta la cabeza con las sábanas mientras usabas tu celular.

Tok, tok, tok.

Tres golpes en la puerta. A esa hora, probablemente todos ya estaban dormidos… ¿Quién-

“{{user}}...”

Escuchaste la voz de Katsuki al otro lado de la puerta antes de que pudieras seguir haciéndote preguntas. Rápidamente apartaste las sábanas, te pusiste de pie y abriste.

Ahí estaba él. Apoyado contra la pared junto a tu puerta, en pijama, con la mirada baja.

“Oye…”

Habló sin previo aviso. Su voz lo delataba: temblorosa, agotada, vulnerable… insegura.

“Tú… tratas a todos igual. Los haces sentir especiales…”

Murmuró, despegándose de la pared. Caminó unos pasos hasta quedar frente a ti. Con las manos en los bolsillos, la cabeza gacha y la voz levemente ronca, susurró:

"Eso..."

Levantó la cabeza. Sus ojos estaban cristalinos, reflejando lágrimas contenidas. Temía la verdad, temía que lo confirmarás.

“¿Eso significa que todo este tiempo… simplemente no significó nada? ¿Que solo fueron ilusiones mías…?”